miércoles, 29 de abril de 2009

Un instante

Me hiciste detener el tiempo, me detuve ahí viendo el rojo que inmediatamente se fusionó con el tono de tus labios, me aproximé en un principio calculando el tiempo del cambio, pero cerré mis ojos y sentí la lisura húmeda que hizo olvidarme de la realidad, ya no era una calle, sino un espacio donde escuchaba dos tamborcitos que al unísono me transportaban hacia ellos, recorriendo diferentes lugares, que por la rapidez del viaje los distinguía vagamente, no por eso dejaban de ser hermosos, con una luz tenue que me tranquilizaba, me separaba de todo, menos de ti. El instante dejó de ser eso, fue toda una tarde viendo el ocultarse el sol, una noche apreciando la inmensidad y los detalles del espacio, acostados, tomados de la mano, que se sudaban lentamente, no más, simplemente estar tu y yo, ni una palabra, saber que te tengo a mi lado me bastaba, entonces nos dormimos soñando una y otra vez el mismo momento hasta que amaneció; nos levantamos en un segundo igual, regresamos al lugar donde no estábamos solos, mirábamos a quienes no supimos si lo hicieron, escuchamos las partes que todos lograban percibir, la luz ahora era verde, pero ningún sonido nos replicaba el estar estáticos. Todo por ti, por esa energía que cuando se desprende de tu ser causa fenómenos inexplicables, entonces cómo explicarle a mi corazón que en ocasiones trabaja más rápido, que no quiere estar en mi cuerpo sino en el tuyo, que siente que se debilita al no sentirte cerca, que cuando lo estás no hay poder que lo haga sentirse más poderoso.

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